Vivimos en tiempos con cambios significativos en la estructura de poder y en las relaciones internacionales. Vivimos la transición de un sistema unipolar dominado por Estados Unidos hacia ¿Dónde? ¿Un sistema multipolar? ¿Una transición hegemónica? ¿Una guerra mundial abierta? ¿Una guerra hibrida y fragmentada? Este nuevo orden se presenta como una oportunidad para cuestionar y desafiar las estructuras de poder tradicionales que perpetúan la desigualdad y la injusticia social.
China, Rusia y otros actores regionales están ganando influencia, lo que puede llevar a una mayor diversidad en las políticas internacionales. La crisis de legitimidad del orden internacional basado en reglas liderado por Estados Unidos ha llevado a una reevaluación de instituciones como la ONU y el FMI. El nuevo orden global es visto no solo como un cambio en el equilibrio de poder internacional, sino también como una oportunidad para reimaginar las relaciones internacionales hacia un futuro más justo e inclusivo.
La soberanía no solo se entiende como un principio jurídico o político, sino también como un medio para garantizar la autodeterminación de los pueblos y la justicia social. Este enfoque resalta la importancia de que los Estados actúen en beneficio de sus ciudadanos, promoviendo políticas que prioricen el bienestar colectivo por encima de los intereses corporativos o imperialistas.
En el contexto contemporáneo, la soberanía se enfrenta a desafíos significativos debido a la globalización y a la influencia de organismos internacionales, que a menudo imponen condiciones que pueden socavar la autonomía de los Estados. Este fenómeno es visto como una forma de neocolonialismo, donde las naciones más poderosas dictan políticas que afectan negativamente a los países en desarrollo. La lucha por la soberanía implica, por tanto, resistir estas imposiciones externas y abogar por un orden internacional más equitativo que respete el derecho de cada nación a decidir su propio destino sin presiones externas.
Las problemáticas del siglo XXI abarcan una serie de desafíos interconectados que reflejan la lucha por la justicia social, la equidad económica y la sostenibilidad ambiental. Uno de los temas más prominentes es la crisis del neoliberalismo, que ha generado desigualdades extremas y ha dejado a gran parte de la población mundial en condiciones de precariedad. Este contexto ha llevado a un resurgimiento de movimientos sociales que buscan alternativas al capitalismo, abogando por modelos económicos más justos y democráticos que prioricen el desarrollo humano y el acceso equitativo a recursos.
Otro aspecto crucial es el cambio climático, que representa una amenaza existencial para el planeta y sus habitantes. Desde una perspectiva de izquierda, se argumenta que las soluciones a esta crisis deben ir acompañadas de un enfoque en la justicia social, ya que los grupos más vulnerables son los que sufren las consecuencias más severas del deterioro ambiental.
El resurgimiento del autoritarismo y el debilitamiento de las democracias, sumado al surgimiento de estructuras para estatales como el narcotráfico, son problemáticas que preocupan profundamente a nuestro campo. Este fenómeno es visto como una respuesta a las crisis económicas y sociales provocadas por el neoliberalismo y como un intento de desviar la atención de las demandas populares.